Cada año por estas fechas, nos planteamos objetivos que queremos lograr el próximo año y nos pasa a menudo que, con el paso de los meses, nos vayamos desmotivando viendo que no estamos consiguiendo aquello que nos habíamos propuesto. Muy probablemente la causa que lo provoca es que no hemos formulado bien nuestros objetivos porque los humanos somos especialmente ambiguos a la hora de definir aquello que queremos conseguir. Os pondré algunos ejemplos que seguro que os resonarán: quiero perder peso, quiero ganar más dinero, quiero ir al gimnasio, quiero cambiar de trabajo, quiero encontrar pareja, quiero cambiar de piso, quiero apuntarme a no sé qué curso, etc.

En este post, os propongo los criterios de buena formulación de objetivos, como si se tratara de un colador por el cual los haremos pasar, hasta que tengamos perfectamente definido nuestro objetivo de forma que nuestra mente y nuestro cuerpo se predispongan al máximo a conseguirlo. Os animo a hacer este ejercicio y si queréis trabajar este tema con más profundidad, os invito a participar en el Taller de buena formulación de objetivos 2017 que estoy preparando por el próximo 20 de enero en Granollers. En este taller también os proporcionaré unos trucos de coaching y PNL porque el próximo 2017 ¡conseguís hacer realidad aquello que os proponéis!

  1. Formulación en positivo
    El cerebro humano no entiende el NO ante los verbos, ni los verbos que connotan negatividad (dejar, abandonar, olvidar, etc.), ni los verbos que significan esfuerzo (lograr, conseguir, intentar, etc.), ni los tiempos verbales condicionales porque nos dan la posibilidad de que las cosas se produzcan o no. Por ejemplo, nuestro objetivo no puede ser formulado como «no quiero fumar más», «quiero dejar de fumar» o «querría dejar el tabaco», tendríamos que poner énfasis en aquello que queremos conseguir, no en lo que queremos evitar. Así, la buena formulación seria, por ejemplo, «quiero respirar bien», «quiero tener los pulmones limpios», «quiero cuidar mi salud», etc.
  2. Parte propia
    Hace falta que el objetivo esté razonablemente bajo mi control, en el sentido que yo sea el responsable de su consecución. Si lograr el objetivo no solo depende de nosotros, tendremos que saber qué grado de compromiso tiene la otra persona o personas y aceptar que habrá un riesgo evidente en el que no podremos actuar. Por lo tanto, será mucho mejor que nuestro objetivo solo dependa de nosotros mismos para evitar decepciones y conflictos.
  3. Específico
    Hay que concretar al máximo quién, cómo, dónde, etc. quiero conseguir este objetivo. Quizás este es el aspecto en el que más ambigüedad depositamos. Es donde tenemos que añadir el «yo» ante el verbo para darle más contundencia a la definición y especificar cómo lo conseguiré, dónde lo conseguiré, si existe una ubicación concreta, y cuando lo conseguiré para delimitar el espacio tiempo. Así nuestro objetivo iría quedando de este modo: «yo quiero respirar bien yendo al neumólogo, haciendo lo que me recomiende y yendo a correr a partir del primer lunes del mes de enero del 2017».
  4. Perspectiva temporal
    Más allá de poner fecha de inicio a la definición de nuestro objetivo, conviene ponerle fecha de caducidad. Es decir, poner un límite temporal para que no se prolongue en el tiempo. En nuestro ejemplo, añadiríamos: «yo quiero respirar bien yendo al neumólogo, haciendo lo que me recomiende y yendo a correr a partir del primer lunes del mes de enero del 2017 para tener mis pulmones limpios antes del 31 de marzo del 2017».
  5. Recursos necesarios
    ¿Tengo todos los recursos necesarios para conseguir mi objetivo? ¿Cuáles me faltan? ¿Cómo los puedo conseguir? Del mismo modo que tenemos que tener claro que esté bajo nuestro control, también tenemos que valorar si seremos capaces de conseguir nuestro objetivo con los recursos de los que disponemos. En nuestro ejemplo, nos tendríamos que cuestionar: «tengo el contacto de un neumólogo que me pueda ayudar?», «tengo el tiempo disponible para ir a correr?», «tengo los zapatos y el equipo necesario para ir a correr?». Por lo tanto, todavía podría especificar más mi objetivo, quedando así: «yo quiero respirar bien yendo al neumólogo Dr. Sánchez, haciendo lo que me recomiende y yendo a correr las mañanas de 8h a 9h a partir del primer lunes del mes de enero del 2017 para tener mis pulmones limpios antes del 31 de marzo de 2017».
  6. Medida
    La proporción del objetivo tiene que ser bastante ambiciosa para ser motivadora y bastante mesurada para ser factible. Es decir, no nos tiene que ser especialmente fácil de conseguir, nos tiene que suponer un reto para que nos ponemos en marcha con ilusión pero en la medida que sea alcanzable. Si nos proponemos un objetivo demasiado ambicioso puede ser que a medio camino, cuando nos demos cuenta que es inalcanzable, echemos la toalla para no creernos capaces de llegar.
  7. Ecología
    Hay que considerar las consecuencias de conseguir mi objetivo en el contexto más amplio de mis relaciones. Es decir, probablemente en el caso de nuestro ejemplo, el impacto que causará en las personas de mi entorno que yo consiga ser no fumador/a será positivo porque todo el mundo estará contento. Pero si mi objetivo fuera que «quiero ir a Inglaterra a estudiar un año entero inglés», tendremos que valorar como afectará a mi familia y amigos que yo marche, si al trabajo me permitirán marchar y me guardarán el puesto de trabajo, etc.